El Boby, el Lalito

“Te quiero…. esto es más que un te quiero…”

Por Karina Nalda

Esto escribió José Eduardo Bartolo Tlatempa en una carta de amor que aún no es estregada. No tiene fecha, pudo haberla escrito el 10 de septiembre o el 20, o incluso la misma tarde del 26 antes subir al camión que lo llevarían junto con sus compañeros a Iguala, antes de desaparecer Ttlatempa.

Esta no es la historia del normalista arquetipo de Ayotzinapa. José Eduardo —el Boby, Lalito— , no expresaba posiciones políticas, no hablaba de ser maestro para llevar la educación a las comunidades rurales marginadas debido a la pobreza, tampoco hacía referencia en sus pláticas al proletariado, a los campesinos o a la burguesía. Ninguno de sus amigos tiene registro en su memoria alguna conversación de ese tipo, ni siquiera al salir de los círculos de estudio que podían durar hasta 5 horas durante la semana de prueba de la tristemente célebre normal Isidro Burgos.

Alentado por los hermanos de su abuelo paterno, egresados de Ayotzinapa, tomó la opción de estudiar en la normal que queda a escasos 10 minutos yendo a pie desde su casa; a diferencia de la media hora y 50 pesos, que no tenía, y que le hubiera costado ir diariamente a Chilpancingo donde está la Universidad Autónoma de Guerrero en la que alguna vez dijo le hubiera gustado cursar la carrera de Derecho. Menos le alcanzaba para pagar los 400 pesos que vale desplazarse hasta la normal de Tenerias en Malinalco, en Morelos, misma que tiene la reputación de garantizar una plaza como maestro a sus egresados y a la que fue su mejor amigo en el Colegio de Bachilleres plantel 11 en Tixla, Guerrero.

Lo que quería era trabajar y ganar más de los 200 pesos que se embolsaba en un día completo de hacer y acarrear mezcla como chalan de albañilería de su papá, Don Cornelio Bartolo. Ganar para que su mamá dejara de vender elotes asados.

Es muy joven, pero comenzó a tomarse muy en serio la vida cuando la familia enfrentó el diagnóstico de un tumor canceroso en la pelvis de su madre, cuando la inundación del 2013 debido a las lluvias causadas por el huracán Manuel alcanzó parte de su casa, cuando los ahorros de 4 años que la familia había logrado para por fin echar el firme del techo en su casa se esfumaron. Pero ser joven, estudiar y estar enamorado, son ocasiones que no se pueden desperdiciar, él lo sabía y así lo escribió a su novia en la carta que guardo celosamente en su cartera:

“No sé, cumples 18 y yo tengo 19, pero imagínate, tu cumpleaños, recuerda que sólo cumples 18 una vez en la vida y la oportunidad perfecta es una”.

Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras

Ilustración de Marissa Arroyo.

Tomada del portal #IlustradoresConAyotzinapa