El vuelo del pájaro normalista

Por Tania L. Montalvo

A Abelardo Vázquez Peniten sus amigos le dicen “Abe” y cuando quieren molestarlo, entonces lo llaman “pájaro”. Abelardo a veces se molesta, dice que no tiene plumas, pero sus amigos piensan que, en el fondo, le gusta el apodo por la ilusión de volar.

En Atliaca, la comunidad de Guerrero en la que Abelardo nació hace 19 años, el campo de futbol lo espera, porque siempre fue su mayor pasión. Una de sus fotografías favoritas, es justamente una donde aparece con el trofeo que ganó en el torneo de la preparatoria Emperador Cuauhtémoc, de la que se graduó hace un año, días antes de partir a la Normal de Ayotzinapa. Aunque su familia asegura que estaba contento, en aquella imagen luce serio, como siempre es, un chico tranquilo que habla poco, que le explica a sus amigos las lecciones de matemáticas que nadie entiende, que se ríe del desmadre de sus compañeros, pero en el que pocas veces participa y nunca, nunca inicia.

Abelardo no molesta a nadie, dicen sus amigos de la prepa. Lo que sí hace es tener sueños: lograr ser alguien en la vida, un hombre fuerte que ayudará a su mamá, a su papá y a cada uno de sus seis hermanos.

Sus amigas cuentan que “Abe” no quiere enamorarse, que primero quiere trabajar, ser un hombre de bien y después pensar en el amor. Ellas lo molestan. Le dicen que con los “hoyuelos” de la mejilla que se le forman al sonreír, podrían conquistar a cualquiera, sólo es cosa de que él se decida. Pero Abelardo insiste en que el amor no es para él y que por eso sólo tiene muchas amigas, a quienes les manda mensajes por celular o por Facebook para preguntarles qué hacen o cómo están.

Días antes de entrar a la Normal, en julio de 2014, le dijo a su mejor amigo que había llegado la hora de construir el camino para ser ese hombre de bien y que había encontrado una oportunidad. Aún cuando no contaba con el apoyo de toda su familia o de esas chicas a las que les manda mensajes, partió de Atliaca a Ayotzinapa. En ese entonces a sus padres les insistió que es un hombre fuerte, capaz de resistir cualquier prueba, que puede aguantar estar lejos de esos amigos, en dejar de ver cada fin de semana a esas chicas que le insisten en que es hora de enamorarse, en no tener cerca el campo de futbol, en no ver cómo sus hermanos menores crecen.

Abelardo ha dicho, una y otra vez, que puede resistir cualquier prueba para convertirse en el hombre que sueña y le ha pedido a todos sus seres queridos que hagan lo mismo.

Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras

Ilustración de Vannesa Cortés.

Tomada del portal #IlustradoresConAyotzinapa